Cuando el hambre no es hambre
- Sofía Molina

- 17 ago
- 2 Min. de lectura
Te ha pasado abrir el refri y buscar algo de comer sin tener realmente hambre, sino… ganas?

Ese impulso es más profundo de lo que parece: ganas de un abrazo que no damos, de callar esa voz que no para en nuestra cabeza. A esto lo llaman “emotional eating” — comer no porque nuestro cuerpo lo pida, sino porque nuestras emociones lo exigen.
Acá te dejo 4 truquitos, de la ciencia, para domarlo:
1️⃣ Come consciente (mindful eating): No se trata de eliminar el placer, sino de observarlo. Concéntrate en el cuándo, el cómo y el por qué de cada bocado. Suena horrible, LO SÉEE… ¡pero hazlo! Aunque no cambies lo que comes, estar presente ya es un gran paso. Este enfoque ha logrado pérdidas de 4 a 9 kg y mejoras sostenidas en el tiempo.
2️⃣ Reconoce el disparador emocional¿Qué pasó justo antes de ese gran deseo de comer? Un whatsapp de "esa" compañera del trabajo, una publicación en IG, una discusión en el trabajo, aburrimiento… lo que sea. Lo importante es preguntarte: ¿quiero esto porque mi cuerpo lo pide… o porque mi corazón lo exige?
3️⃣ Cambia el foco con ternura: Distrae ese “ruido” mental y de la pancita por cinco minutos: una caminata, un bailecito, una playlist o un WhatsApp al amigo que dejaste en “leído” hace 3 semanas. Mejor que desplomarte frente a la tentación.
4️⃣ No te castigues por comer: Es sólo comida! La autocrítica solo alimenta el ciclo emocional del picoteo. Sé compasiva contigo: detectar el patrón ya es un gran triunfo.
Así es, a veces sólo mirar lo que hacemos y porque lo hacemos nos ayude montones! Un abrazo!
Dra Sofía



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